Mi madre suele narrar que me
sabía las recetas de libros de cocina, únicamente por reconocer los símbolos
que son las letras. Puesto que los libros de cocina no son una lectura muy
entretenida, poco a poco fui descubriendo nuevos libros. En un principio, mis
padres me contaban historias infantiles, siendo la que más recuerdo "El
taxi de Fito".
Cuando ya aprendí a leer, se
abrieron distintas puertas a infinitos mundos, originalmente de cuentos de
hadas, y según crecía a novelas de misterio y terror (hoy día, por ejemplo, me
gusta Stephen King o incluso mitología lovecraftiana) y también de fantasía,
pero de carácter más maduro (como puede ser Laura Gallego, Patricia García Rojo
e incluso una mezcla de ambas, Derek Landy).
Así, me hice amigo de un ratón de nombre Gerónimo, de un murciélago escritor (Bat Pat), del "pringao" de Greg, de un detective esqueleto muy elegante, de una hechicera que se entrenó en una torre y de muchas de las hadas del reino, así como de un bribón nacido a orillas del Tormes. Escuché el canto de las sirenas con Ulises y su tripulación, pese a que aún no he llegado al límite de perder la cordura como cierto caballero de cuyo nombre no quiero acordarme...
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