La importancia de los libros


LA MAGIA DE LA LECTURA ESTÁ A TU ALREDEDOR
" Para mí la lectura ha supuesto la puerta a cientos de mundos fantásticos, a miles de historias maravillosas y de personajes inolvidables y tengo la sensación de que sin libros mi vida se volvería claustrofóbicamente pequeña. Y no porque lo sea realmente sino porque, gracias a la lectura, estoy acostumbrada a que sea mucho más grande.
Una vez que se posee la llave de las palabras, una vez que se aprende a leer, ya no hay límites ni fronteras. ¿Por qué permanecer encerrado en una habitación cuando puedes explorar un palacio con un número infinito de estancias?" (Laura Gallego)

"Hay una razón primordial para que leamos: a la información tenemos acceso ilimitado, pero ¿dónde encontraremos la sabiduría?" (Harold Bloom)
"En Egipto se llamaban las bibliotecas el tesoro de los remedios del alma. En efecto, curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás." (Jacques Benigne Bossuet)




sábado, 26 de noviembre de 2016

TRIBUTO A MIGUEL HERNÁNDEZ

Pronto se cumplirán 75 años de la muerte en prisión del poeta Miguel Hernández, encarcelado al finalizar la guerra civil española. A lo largo de 2017 habrá que estar atentos a los muchos actos con los que el mundo cultural y académico se dispone a recordarlo y a rendirle homenaje. 

La vinculación de Miguel Hernández con Jaén fue breve en el tiempo, pero dejó una huella importante en la vida y en la literatura del autor. Además, el legado de Miguel Hernández está depositado en un museo de nuestra provincia, el de Quesada, pueblo natal de su mujer, Josefina Manresa, junto a la obra de un interesante pintor, Rafael Zabaleta, también nacido en esta localidad. 

En esta página hemos recogido información sobre la relación entre Miguel Hernández y Jaén. También podéis encontrar una biografía del poeta. 


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MIGUEL HERNÁNDEZ  murió el 28 de marzo de 1942 producto del rencor y del olvido.


El poeta es hoy en día una referencia ineludible de las letras españolas por su valor literario y humano. Su obra y su ejemplo de vida son reflejo de los grandes valores universales del ser humano: la lucha por la libertad, la justicia social y la solidaridad, ello unido a conductas ante la vida basadas en la sencillez, el esfuerzo personal continuo, el autodidactismo y el compromiso con los más desfavorecidos. Es por ello un ejemplo dotado de importante potencial didáctico para ser transmitido a las nuevas generaciones. A esta noble tarea de difusión de un legado literario y personal tan brillante se encomiendan ahora las instituciones y los pueblos de la provincia de Jaén, marcados por "un rayo que no cesa" que traspasa los corazones de los hombres y mujeres que ven la poesía y la cultura como herramientas para mejorar las relaciones humanas.

Francisco Escudero Galante.Gestor cultural del legado hernandiano. Quesada, 2013.


MIGUEL HERNÁNDEZ EN JAÉN
 A pesar de la brevedad de su estancia en Jaén, la conexión afectiva con la provincia es profunda, pues Miguel Hernández la recuerda en sus cartas como el lugar donde vivió "algunos de los mejores momentos de mi vida". Es la tierra en la que recala en marzo de 1937, en plena luna de miel, como enviado del mando republicano al periódico de combate 'Altavoz del Frente Sur'. Será así testigo del bombardeo de la capital en abril.
Su episodio vital en Jaén es corto. El 11 de junio 1937 está fechada la última carta en la provincia, en la que anuncia su traslado al frente extremeño. Pero de esos tres meses quedan muchos testimonios: muchos de los poemas de Viento del pueblo –cuyos beneficios sirvieron para mantener comedores sociales- se escriben aquí, entre ellos Aceituneros que se ha convertido en la letra del himno de la provincia. 

Fotografía de Miguel y Josefina en Jaén, en una casa de la calle Llana.

EL LEGADO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
5.600 documentos y objetos integran el legado que Josefina Manresa, mujer de Miguel Hernández, logró esconder del régimen franquista. Un convenio entre la familia del poeta y la Diputación Provincial de Jaén hizo posible, a partir de 2013, catalogar, restaurar, investigar y difundir toda la información que atesora este legado y convertir Aceituneros en himno de la provincia.  Ningún final de trayecto mejor para estos fondos que la localidad de Quesada, el pueblo natal de Josefina Manresa, por la fidelidad y el empeño con que la viuda del poeta consiguió protegerlos de la represión.

Rafael Zabaleta

A la muerte de Miguel Hernández, en 1942, el círculo más íntimo (Neruda, Aleixandre...) le aconsejó ocultar todos los documentos fuera de la casa familiar. Los amigos que tenía en Cox (Alicante), el municipio al que Josefina había huido al abandonar para siempre Orihuela, escondieron bajo tierra los documentos que la Guardia Civil buscaba en los registros con los que atosigó a la viuda después de la muerte del escritor. "Una obra como la suya era muy peligrosa para el régimen en esos momentos", apostilla Francisco Escudero, gestor de la herencia hernandiana.
Su máquina de escribir (una Underwood), la maleta con la que viajó a Madrid para consolidar su carrera literaria, la lechera que entraba en la cárcel con caldo y volvía a casa con versos... Un pequeño mundo de documentos y objetos que compone "todo lo que Josefina pudo guardar y lo que la familia ha ido adquiriendo más tarde" hasta reconstruir mucho más que los escasos 31 años de vida de Hernández: un universo de principios por recuperar. "Esta crisis se lo va a llevar todo por delante y el legado de Miguel Hernández puede ser una herramienta para trabajar los valores, para formar mejores personas, por su espíritu de lucha y por su sentido de la justicia social", argumenta Escudero.
Los 5.600 documentos incluyen desde las primeras ediciones de los libros de Hernández a la correspondencia personal, los artículos escritos como corresponsal de guerra, fotografías o dibujos, como el que le hizo Buero Vallejo en la cárcel o el que realizó el pintor Eusebio Oca, su compañero de celda, momentos después de que el poeta muriese. Unos trazos rápidos que muestran a Hernández con la mandíbula sujeta por un pañuelo y los ojos abiertos de par en par. "No pudieron cerrarle los ojos", cuenta Escudero de forma casi alegórica.
El depósito de su legado en Jaén no es, pues, producto del azar.

Las cartas de Vicente Aleixandre.
Cuando Miguel Hernández intentó huir a Portugal, meses después de que finalizara la guerra, la policía lusa lo detuvo a pocos kilómetros de la frontera. La ropa desgarrada, cansado, hambriento, indocumentado... La única posesión de valor que llevaba encima era el reloj de oro que Vicente Aleixandre le había regalado en marzo de 1937, cuando se casó con Josefina Manresa. Pensaron que era un ladrón y lo devolvieron a España.

 A lo largo de su vida, Miguel Hernández estableció relaciones epistolares con los autores más populares de su época. Entre las  más de 1.700 cartas que se conservan destacan las que intercambió con uno de su mejores amigos, el premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre.  

 El poeta sevillano mantuvo una estrecha relación con la familia más allá de la muerte de Hernández. Tanto es así que, en los años de penuria que siguieron a la guerra, durante bastante tiempo ayuda económicamente a Josefina, pasándole una asignación.

Miguel Hernández y Jaén: tres meses y toda una vida. El diario.es/Andalucía, 4/5/2013 (adaptación)



BIOGRAFÍA DEL POETA (1910-1942)

1910. La infancia.
  
Miguel Hernández nació el 30 de octubre del año 1910 en Orihuela, en el contexto social de una ciudad profundamente marcada por la ortodoxia religiosa. Su padre, Miguel Hernández Sánchez, era tratante de ganado, y su madre, Concepción Gilabert Giner, se ocupaba de las tareas de la casa y del cuidado de sus cuatro hijos.

 La relación de Miguel con su padre fue en todo momento fría y distante, propia de los valores tradicionales que imperaban en aquel momento, basados en la autoridad, la disciplina y la moral católica. La ocupación del padre en la compraventa de cabras y ovejas permitió a la familia una vida sencilla y humilde, pero en ningún caso fronteriza con la miseria y la necesidad, por lo que el tópico del “poeta cabrero” que creció en la penuria es una imagen falsa. Lo que resulta bien cierto es la rigidez y la insensibilidad paternas respecto al deseo de formación del pequeño Miguel.

Miguel Hernández es por ello un extraordinario ejemplo de temprana vocación literaria y tesón. Él, que llegaría a forjar un lenguaje poético  versátil y siempre deslumbrante,  tuvo muy pocos años de formación escolar. A los 4 años, y durante seis meses, acudió a una guardería-escuela próxima a su nuevo domicilio. Entre los 8  y los 12 años volvió a la escuela, pero en el transcurso del año siguiente (marzo de 1925) tuvo que abandonar el colegio por imperativo de su padre, para dedicarse entre otras labores al oficio de pastor. No obstante, mantuvo a escondidas su interés por la lectura y la formación cultural, visitando con frecuencia la biblioteca del sacerdote Luis Almarcha, donde conoció y estudió a los clásicos.

1925- 1934.  De Orihuela a Madrid

 Miguel comienza publicando versos en revistas y diarios locales, con los apoyos moral y literario de su amigo Ramón Sijé (Pepe Marín) y financiero del sacerdote Luis Almarcha. Su obra tiene aún marcados acentos religiosos. No obstante, en sucesivos viajes a Madrid, donde conoce a Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, emprenderá un camino sin retorno.

En 1933 publica Perito en Lunas, un ejercicio literario neogongorino que no tiene mucho éxito. En otoño de ese mismo año inicia oficialmente sus relaciones con Josefina Manresa. A partir de esa fecha, Miguel publica en la revista madrileña "Cruz y Raya", de José Bergamín, y pronto empieza a asumir como propia la influencia literaria e ideológica de Neruda y de "La Escuela de Vallecas", a través de la pintora Maruja Mallo.


1935. El cambio

El poeta oriolano consolida su nueva personalidad al descubrir y asumir un nuevo mundo literario e ideológico. Rompe con sus creencias religiosas, evidencia su distanciamiento  respecto de su amigo Sijé y va madurando personal y literariamente en el marco de un entorno cultural que le cautiva. De hecho, la aparición del libro de Aleixandre "La destrucción o el amor" causa en Miguel un enorme impacto, y le da pie para adentrarse en uno de los grandes temas hernandianos, el amor. 

La suma de influjos, sobre todo de los clásicos religiosos, como San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, y también de Quevedo, así como de los contemporáneos, como el futuro premio Nobel Vicente Aleixandre, darán como resultado "El rayo que no cesa", un bellísimo poemario formado por un conjunto de sonetos amorosos.

 El ambiente cultural de cambio hace mella en el poeta, y ello influye en un progresivo distanciamiento afectivo respecto de Josefina, al tiempo que se le relaciona con la poetisa murciana María Cegarra, y con la pintora Maruja Mallo. A finales de año recibe el mazazo de la muerte de su querido amigo Ramón Sijé, y ello tiene como resultado literario una de las elegías más profundas, dramáticas y desgarradoras de la literatura española, la Elegía a Ramón Sijé.


1936. La guerra.

Con el estallido de la guerra civil, el poeta se alista en el Ejército de la República, y es nombrado comisario cultural en el frente. Se integra en el 5º Regimiento a las órdenes de "El Campesino", combate en los frentes de Madrid, Andalucía, Extremadura y Aragón. Miguel se convierte en esta época en un poeta de trinchera, social y políticamente comprometido, y ello se refleja en su poesía. En 1937 publica "Viento del Pueblo" (dedicado a Vicente Aleixandre), todo un ejemplo de poesía heroica de exaltación popular.



(Viento del pueblo)




Por el contrario en "El hombre acecha" (1939) su poesía se vuelve más intimista, y refleja las miserias humanas catapultadas por el dolor, la guerra y el odio. Miguel se repliega sobre sí mismo, y son la soledad y la muerte las que marcan la pauta de su poesía.



1939. El cautiverio.

La última etapa de la vida de Miguel fue un cúmulo de despropósitos que convirtió su existencia en un auténtico calvario. Al desánimo personal (su primer hijo, Manuel Ramón, había muerto en otoño de 1938) se unía el desánimo colectivo (la guerra estaba prácticamente perdida, y el miedo a la muerte y a la represión era más que patente). Es una época de amargura, tan sólo aliviada por la noticia del nacimiento de su segundo hijo, Manuel Miguel.

Su vía crucis personal comienza cuando, finalizada la guerra, intenta escapar a pie por la frontera portuguesa. Es detenido e inicia un recorrido carcelario que le lleva a las prisiones de Huelva, Sevilla, Torrijos (Madrid), Orihuela, de nuevo Madrid, Palencia, Ocaña y Alicante. Miguel es condenado a muerte, y posteriormente se le conmutó la pena por la de 30 años de prisión. En la cárcel coincidió con el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, quien le haría un célebre retrato.

A esta etapa pertenece su "Cancionero y Romancero de Ausencias", un conjunto poético marcado por la amargura, la soledad y el intimismo. En cautiverio, Miguel escribe hermosísimos poemas, como "Nanas de la cebolla". El poema tiene como punto de partida una carta de Josefina donde le dice que no puede nutrir a su hijo cuando lo amamanta, pues a veces se alimenta solo de cebolla. Pese a ello, es todo un canto de esperanza y de libertad lanzado al mundo desde una realidad de muerte.

A pesar de las tremendas penalidades físicas padecidas en cautiverio, Miguel Hernández mantuvo siempre una integridad personal y una dignidad moral dignas de elogio (una simple carta de renuncia de sus convicciones políticas y de adhesión al nuevo régimen le hubieran permitido salir de la cárcel y recibir tratamiento médico en un sanatorio).

 








INFÓRMATE:
 PÁGINA DEL MUSEO ZABALETA / MIGUEL HERNÁNDEZ-JOSEFINA MANRESA.

·        LEER: 
    José Luis Ferris, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, Temas de hoy/Biografías (2002)*
                     
                          *(próxima publicación
                     de la edición revisada)



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